El Ansia - Tercera Parte

Pasado un mes de investigaciones, recaudó todos los conocimientos que consideraba necesarios, realizó todos los preparativos y emprendió viaje rumbo al cementerio. Llevaba un montón de vasijas, estatuillas y herramientas reproducidas por él mismo, intentando imitar de manera lo más realista posible, las antiguas prácticas que había estudiado. Ya no se sentía una persona cuerda, no tan solo por el hecho de intentar una resucitación improvisada mezclando técnicas de uniones de alma y cuerpo, y antiguas creencias de la vida y la muerte y los mundos involucrados; traer además una pala para exhumar el cuerpo de su hijo y llevarlo fuera del cementerio escapaba a toda ética humana moderna.

Era más allá de la media noche, no había luna y el cielo estaba totalmente nublado. Según sus estudios, era el ambiente ideal para el tránsito de almas por el mundo mortal; la lluvia no era necesaria, pero las ansias por realizar semejante locura nublaban su sentido común, y el clima pasaba inadvertido por sus sentidos ya bastante distorsionados por su enfermo estado mental de desesperación.

Le tomó cerca de tres horas extraer el cuerpo de su difunto primogénito, y trasladarlo a las afueras del cementerio para depositarlo en un pozo de metro y medio de profundidad, cavado con anterioridad según dictaban los textos. Seguido a este acto, entró a la fuerza a un mausoleo cercano, para evitar estropear todo el ritual con la lluvia. Un perro atado a una capilla no dejó de ladrarle hasta el momento que se encerró en el mausoleo. Tras una hora de preparativos, mezclas de hierbas, oración a desconocidos dioses olvidados, hasta la entrega de sangre propia, debía hacer un último esfuerzo, debía realizar un extraño método de meditación profunda. Con ciertas diferencias con respecto a las meditaciones orientales tradicionales, llegó al punto de dejar de sentir su cuerpo. Pasada cerca de media hora en estado catatónico, su mente terminó por venirse abajo y caer completamente inconsciente...

Continuará...