Te puedes sentir vivo, sentir que todo concluye para un nuevo inicio más esperanzador.
Sientes el gozo de embriagarse de todo ese aire que te invade. Es como una ráfaga de emociones dulces y cítricas. Todo es hermoso.
Pasa el tiempo, deliberadamente abrazas e intentas tragar todo lo que te rodea, ahogarte en el petróleo de las fulminantes emociones del momento, cual droga de los 60'.
Tu cuerpo se eleva al vacío, ya nada importa, solo sentir la felicidad de haber alcanzado la utopía propuesta en el pasado.
Llega un momento, que en un frenesí de uvas y demoliciones, una estampida de sentimientos anhelados y deseados, sobrepasan el control de tus manos y riendas. La marea y corcoveo del alma, te azota contra el fondo y el techo con inconmesurable ira.
El ansia de emociones, que te ha arrojado a la orilla de la desesperación, abre tus ojos.
Ahora te ves a ti mismo, destripandote en el agua salada de la propia imagen. Solo ansiabas abrazar y acariciar los sentimientos de aquella persona. Pero el descontrol de los instintos ha saciado tu cuerpo. Tu alma grita desconsoladamente por una respuesta, pero tu cuerpo ya no responde, pide tiempo para reconstruirse, regenerar el daño que la bestia de las emociones le ha causado. Tiempo para recuperar la enregía desperdigada en las altas mareas del salvajismo.
Pero aprendes, aprendes a dejar tus sentimientos y emociones girar y danzar en torno a tí, y a domarte a ti mismo.
25 agosto 2006
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1 comentario:
que genial es entregarse a la vida como en un arrojo de emociones poco comunicables...
La resaca es dura, recomendado solo para personas con criterio formado y con tiempo para resucitar...
saludos compadre!
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